Saltar al contenido

¿Sentimos lo que pensamos?

Existe una diferencia entre emoción y sentimiento.

Sentimiento es aquello que percibimos, antes de cualquier pensamiento. Y emoción, es aquello que pensamos que sentimos inmediatamente después.

Para definirlo mejor; podemos sentir frio, calor, el sabor de las cosas, dolor físico, etc. o sea, todo lo que estamos viviendo en el momento y puede ser interpretado por nuestros sentidos. A eso lo llamamos sensaciones. Pero existen también los sentimientos que son paz, amor, tranquilidad, respeto, estar y ser que existen dentro de nosotros y que pueden manifestarse cuando tenemos armonía y sincronía entre nuestro pensar y sentir.

Las emociones son derivadas del pensamiento, por ejemplo, puedo pensar y sentir tristeza o alegría porque algo se acabó. Y en verdad, lo que estoy haciendo, es “traer” un recuerdo del pasado y compararlo con mi presente, y dependiendo de cómo interpreto la situación actual (la interpretación es un proceso del pensamiento) voy a evaluarla como buena o mala. O puedo simplemente “traer a la memoria” (pensar) un acontecimiento a mi presente, y despertar en mi una emoción.

Porque en definitiva,  la emoción es derivada del pensamiento, del pensamiento sobre algo en particular. De ahí las diversas emociones; pasión, euforia, alegría, tristeza, angustia, depresión, etc. todas son emociones cargadas de información, que dependiendo de cómo las interpretemos se manifiestan como buenas o malas, y nos alteran más, o menos.

Muchas veces ocurre que sentimos, es decir, asumimos que estamos manifestando amor, por ejemplo, cuando en realidad estamos recuperando cierta información sobre lo que es ese sentimiento y por consiguiente, entendemos que estamos expresando una emoción.

Además de ser una sensación que tenemos antes de pensar, el sentimiento es también una vibración de frecuencia, donde nuestros hemisferios cerebrales están en sincronía. O sea, está todo afinado, existe armonía y nos sentimos bien.

La emoción hace que nuestros hemisferios cerebrales vibren en diferentes frecuencias, causando incomodidad, conflicto y desarmonía, consecuentemente; sufrimiento y  dolor. Nuestro inconsciente y nuestro consciente no se entienden.

La primera consecuencia de la desarmonía de los hemisferios cerebrales es el estrés, que camuflado, pasa desapercibido. Pero si continuamos persistiendo con este tipo de pensamientos que nos traen emociones alteradas, vamos de a poco desequilibrando nuestro organismo y acabamos afectando nuestro sistema inmunológico y con eso, enfermando.

Para poder equilibrar la frecuencia de nuestros hemisferios cerebrales, precisamos conocernos. Precisamos saber qué informaciones están almacenadas en nuestro inconsciente.  La meditación y el autoconocimiento son la clave para encontrar esa armonía.

Heloisa Aragão

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.