Saltar al contenido

Qué es la intolerancia

La intolerancia es una actitud mental caracterizada por la falta de habilidad o voluntad en reconocer y respetar las diferentes creencias y opiniones.

Cuando somos intolerantes con las diferencias que tenemos con los demás no estamos respetando el principio de las tres R; El Respeto por sí mismo, el Respeto por el otro, y la Responsabilidad en nuestras acciones.

Voy a explicarme mejor, cuando no tolero lo que el otro dice, hace, piensa, cree, opina, discute, escribe, debate, viste, etc. estoy partiendo del supuesto que yo estoy en lo cierto y que el otro está equivocado. Como si yo fuese el dueño de la verdad, y que por esto, tengo el derecho de decir lo que está permitido y lo que no, faltándole el respeto a la otra persona, pues no entiendo el conjunto de ideas que establecen su creencia.

Juzgo al otro por informaciones que desconozco, por ignorancia, por miedo, por considerar que existe una perfección, un orden donde este otro no encaja. Me siento con el derecho de decir lo que pienso, como lo pienso y muchas veces hasta de actuar, imprudentemente, para defender este pensar. Como para justificar mi derecho de decir que el otro está equivocado.

Faltar el respeto  es no entender lo sagrado que tiene cada uno. Cada uno de nosotros tiene un espacio sagrado donde somos totalmente intolerantes cuando alguien invade este espacio. O que tire la primera piedra el que no pierde la cabeza cuando alguien se mete con un pariente, un animal que amamos, o algo que creemos valioso.

Responsabilidad por las acciones; cuando digo al otro lo que pienso, pues creo que estoy en lo cierto y el otro equivocado, tengo que entender que estoy en una avenida de doble circulación, o sea, con derecho a réplica. De alguna forma lo que le digo al otro faltándole el respeto volverá a nuestro mundo como un búmeran. Es la ley de causa y efecto, aquello que plantamos, lo iremos a recoger.

No puedo simplemente pensar que puedo decirle cualquier cosa a alguien por el derecho de poder decir, sin observar si estoy o no, faltándole el respeto a alguien. Tenemos que observar también la ley de acción y reacción, donde para cada acción (fuerza) hay una reacción (fuerza) igual y contraria. O sea, si falto el respeto, seré tratado de la misma forma.

Entonces nos queda solo la última R, el respeto por uno mismo. Cada vez que apuntamos con el dedo al otro para marcarle un error, lo estamos juzgando y en verdad, estamos apuntando otros tres dedos en nuestra propia dirección. ¿Qué es lo que nos incomoda tanto del otro al punto de llamarnos la atención y volvernos intolerantes ¿Por qué me quedo tanto tiempo criticando al otro en vez de mirar mis propias angustias y errores? ¿Por qué quiero creer que existe un modelo de perfección, si sé que yo mismo no soy perfecto?

Porque es más común mirar para afuera que mirar para adentro. Si nos quedáramos queriendo arreglar el mundo desde el punto de vista de quien tiene razón, seríamos críticos sin acción, sin experiencia, por lo tanto, no transformaríamos nada, dejaríamos el mundo más caótico e intolerante de lo que ya está.

Si en vez de eso, miráramos para dentro, comenzaríamos a conocernos, entenderíamos que no nomos perfectos, que cometemos errores, que no es todo negro o todo blanco, que sentimos miedo de lo que no conocemos, miedo de decir que no entendemos. Sólo entonces, podremos cambiar, y aceptar.

Y cuando nos respetamos mutuamente y nos perdonamos, nos aceptamos con nuestras diferencias. Eso no quiere decir que estemos de acuerdo con el otro, o que sostengamos su pensamiento. Simplemente quiere decir que entenderemos que esa persona, tal vez, no tenga a su alcance la posibilidad de sostener las 3 R, y como un día fuimos así, sabremos entender lo que es, y buscaremos otras formas de comunicación.

Necesito conocer como soy y aceptarme como soy. Y sólo después ir al encuentro del otro.

Eso no significa que estemos de acuerdo con la falta de respeto, la violencia y las injusticias que existen en el mundo. Respetar, en estos casos, significa también actuar estratégicamente cuando la intolerancia del otro es tan grande que perjudica a los demás. Actuar estratégicamente es saber manejar al tigre del espacio sagrado del otro antes de que nos ataque. Pues conocemos su fuerza, y sabemos de lo que es capaz. Somos capaces de entender su naturaleza violenta.

Ya decía Gandhi, “debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo”. Si quiero cambiar la violencia, tengo que reconocer la mía. No existe nada fuera que no esté dentro. Entonces el cambio comienza conmigo, donde me conozco y hago las paces con el mundo.

Con cariño

Heloisa Aragão

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.