Nuestros pensamientos son como semillas. Para que una idea pueda germinar y crecer, necesita que la cuidemos y que le prestemos atención. Regando, observando y acompañando su crecimiento, ese pensamiento va a florecer y manifestarse.
Pero, muchas de las veces, dejamos nuestra plantación de costado y cuando volvemos otra vez nuestra atención lo que vemos crecer es maleza, yuyo.