El lápiz de color
Érase una vez un chico que ganó de su padre una linda cartuchera con lápices de color. La caja de lápiz era enorme y tenía más de 240 colores distintos. Maravillado con el regalo, él empezó a deseñar todo lo que vía. Dibujó su estantería, sus juegos, sus muebles, ropas, la alfombra, las paredes.
Cuando ya había diseñado todo lo que veía en su casa, empezó a dibujar las cosas que miraba en el jardín. Quedó encantado en descubrir las pequeñas diferencias de color verde del pasto, los detalles de los pétalos de las flores, los tonos que se mezclaban en el tronco del árbol.
Pasó mucho tiempo reproduciendo con sus lápices la infinita gama de colores y formas que encontró en el jardín de su casa. Aún lleno de voluntad, decidió ir a la calle y empezó a dibujar los autos, las calles, las motos, los colectivos, los edificios y todo lo que encontraba en su ciudad. Por ende, percibió que así como las cosas de su casa, él ya había dibujado todo lo que hay.
Fue entonces que colocó su atención en las personas. Y un nuevo mundo se presentó para él. Había personas de todas las formas y maneras y todos eran tan diferentes. Y el decidió dibujarlas. Las personas poseían más detalles que todas las otras cosas. Eran llenas de líneas de movimiento, de aspectos que las demás no poseían.
Y así, observando a las personas con mucho cuidado, empezó a percibir que cada una de ellas poseía un color diferente, una gama única de colores que las demás no tenían. Y todos los colores correspondían a los lápices que estaban en su cartuchera. Feliz por ese descubrimiento, dibujaba esa combinación única de colores que percibía en cada persona. Algunas poseían una combinación muy armónica, como si los colores respetasen el límite entre ellos, otras personas no tenían un conjunto tan armónico. Había personas que tenían los colores mezclados de una forma rara, como se desparramasen unos sobre los demás, fusionando los colores y transformándolos en una mancha marrón.
Había unas personas que poseían colores tan claros y translúcidos, que él ni lograba reproducirlos muy bien pero el quedaba asombrado con la bellísima forma como los colores se interponían sin sacarle el brillo a otro color. El chico estaba entusiasmado con sus hallazgos. Dibujando a las personas, lograba utilizar todos sus colores, todos menos uno. Había un color que no se hizo presentar en ninguna de las personas que él estuvo en contacto. Ninguna utilizaba ese color de lápiz.
Necesitaba conocer más personas y pidió a sus padres que lo llevasen al club, pero no había nadie con ese color allí, tampoco en el parque u otros lugares donde estuvieron. Intentó observar los alumnos de su escuela y nada. ¿Cómo podía ser que nadie tuviese una representación de aquel color? Preguntó a sus amigos si ellos también veían los colores en las personas. Y sus amigos lo miraron asombrados y le dijeron que no y que tampoco estaban interesados en ver nada.
El chico volvió triste a su casa y su padre lo llamó para que charlaran. Él entonces le contó sobre sus dibujos y todo lo que vía y sobre las lindas combinaciones de colores que había visto en cada persona. Su padre quedó curioso y le pedio que le mostrara los dibujos.
El niño feliz saco una caja que estaba por debajo de su cama y le mostró a su padre todos los dibujos que había hecho. Su padre estaba maravillado y le confesó que también veía esos colores en las personas.
El niño entusiasmado por esa confidencia del padre abrió su cartuchera y le mostró aquel único lápiz que él no había utilizado. Todos los demás lápices ya estaban bastante gastados.
El padre tomó el lápiz sin en sus manos y quedó admirándolo.
El niño le pregunto:
– ¿Papa, ya viste alguien utilizando ese color?
El padre dijo que sí.
– Quién es, papa? muéstramelo para que yo lo pueda dibujar también. ¡Es un color tan lindo!
Y el padre lo abrazó y lo llevo delante del espejo.
– Ese color entra en tu combinación, forma parte de tu combinación. Cada uno de nosotros tiene una combinación que es única. Por eso, no podemos copiar al dibujo de los demás, ni tampoco utilizar la misma combinación de lápices. Cuando hacemos eso, la mezcla se vuelve una mancha marrón sin forma y rara y aquellos lindísimos matices, que representan la combinación única de cada ser, deja de existir y esa mancha que vemos es el reflejo de esa confusión de identidad.
Cuando una persona reconoce su combinación, ella brilla más aún y los colores se vuelven más intensos. Es importante respetar en conjunto de matices de cada uno.
Feliz por haber encontrado la respuesta que buscaba, el niño abrazó a su padre y fue a mirarse al espejo para poder dibujar su linda y única combinación de colores.
Y tú sabes que colores componen tu ser?
Con cariño,
Heloisa Aragao