Quién nunca experimentó una larga conversación mental ante una toma de decisión?
Forma parte del proceso y es importante que así sea. En definitiva, hay que analizar claramente las soluciones que tenemos delante nuestro.
Pero, un hecho complicado entra en escena cuando nuestra mente ama tanto el proceso de análisis que gira y gira en bucle alrededor del tema, sin darnos lo que más necesitamos e imploramos: ¨muéstrame la dirección correcta y definitiva!”
Esa charla que gira en nuestra mente puede empeorar todavía más, cuando somos muy creativos y percibimos que nos gustaría muchas de las cosas que pensamos y que somos capaces de hacer otras tantas.
Es común, que personas creativas y llenas de potencial se paralicen, se traben ante tantas posibilidades. En este caso, las posibilidades se transforman en anclas.
¿Cómo seguir adelante?
El primer impulso rumbo a una dirección comienza cuando comprendemos lo que significa – poder personal.
Es muy bueno saber que tenemos el poder de hacer lo que deseamos y que poseemos varios talentos y gustos. Pero es mejor aún, cuando percibimos que no tenemos lo que deseamos. O sea, podemos seguir una determinada dirección, que elegimos como principal, gastar mucha energía, invertir nuestro tiempo y lograr justamente lo que no deseábamos.
Es importante saber que podemos elegir algunas direcciones donde invertir nuestro tiempo y energía, pero no todas las direcciones. Entender eso es liberador.
Podemos observar también que no es solo responsabilidad de nuestra mente separar y elegir una única dirección como resultado de nuestro análisis racional. La mente tiene como función mostrarnos las posibilidades, las dificultades, los obstáculos, etc. Pero, para la elección definitiva tendremos que contar también con otras herramientas de nuestro ser.
¡Una de esas herramientas a ser utilizadas luego del análisis racional, es el sentimiento! Sabemos que, si no nos gusta verdaderamente una dirección elegida, el fracaso será una cuestión de tiempo.
Somos capaces de autosabotearnos, sin siquiera percibirlo.
Cuando la cuestión sea sometida al corazón éste dará su parecer y tachará la mitad de las posibilidades de nuestra lista mental, hecha anteriormente. Pero hay que escuchar al corazón de verdad, sin dejar la mente charlotear en ese momento.
La segunda herramienta será el juez definitivo, después del análisis racional y el parecer del corazón.
Es la intuición. Pero en cuanto a ésta, muchos tienen dudas de cómo identificarla, sin confundirla con los pensamientos o los sentimientos.
Es bien simple.
La voz de la intuición no charlotea, no ofrece mil motivos, no concuerda ni discuerda en palabras, de nuestros pensamientos. Quien hace eso es la voz de nuestra mente.
La voz de la intuición no da ningún nudo en nuestro estómago, tampoco aprieta nuestro corazón. La voz que hace eso, es la voz de nuestros miedos.
La voz de la intuición tampoco provoca palpitaciones de felicidad o éxtasis. Pues esa es la voz de nuestras emociones.
La voz de la intuición es muda, calma y certera.
Contra ella no hay argumentos.
Dejarla de lado, significa decir más adelante: ¨Yo sabía, algo me decía, pero yo no escuché! ¨
Escucha el veredicto de tu voz silenciosa y haz siempre buenas elecciones.
Vera Calvet
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